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El pirex, Estropajos con jabón, La tetera silbadora, La licuadora. Descalcificadores de agua
El papel de aluminio, El robot de cocina, El Tupperware, El horno microondas. Utensilios de teflón
COCINA
(Asia y África, Prehistoria)
En los tiempos prehistóricos, el hombre preparaba su comida sobre una
hoguera, utilizando los utensilios y herramientas más rudimentarios como
cuencos de piedra para los líquidos, un mortero y la mano de almirez para
pulverizar sal y hierbas, y fragmentos de pedernal para cortar la carne asada
en un espetón.
En el Próximo Oriente, la
cocina primitiva fue objeto de una primera modernización alrededor del año
7000 a.C. con el invento de las vasijas de barro, que fueron las primeras piezas
de cerámica. Un artículo podía ser fabricado en cualquier tamaño o forma que
se deseara, cocido en un horno y después barnizado. A principios de los años
sesenta se descubrió en Turquía una extensa colección de cacharros de cocina
más antiguos que se conocen, puesto que pertenecieron a una tribu neolítica.
Predominaban los cuencos, uno de los utensilios más prácticos que sirve para múltiples
usos, seguidos por recipientes para el agua y las copas. Había un calentador de
comidas provisto de un cuenco desmontable sobre una lámpara de aceite, cuyo
diseño apenas difería de los actuales quemadores de esencias con velas.
Durante las épocas griega y
romana, la mayoría de las innovaciones en la cocina consistieron más bien en
materiales que en objetos. Bandejas de oro, copas de plata y botellas de cristal
para los ricos, y para los más pobres platos de barro, copas fabricadas con
cuernos de carnero vaciados y jarras de madera dura.
Alrededor del año 700 d.C., se inició una importante transformación de
la cocina. Debido a la dureza de la existencia en la Edad Media, muchas familias
se agruparon, la vida se hizo cada vez más comunitaria y la cocina, con sus
alimentos y el calor que ofrecía su fuego, se convirtió en la habitación más
espaciosa y frecuentada de la casa.
Uno
de los utensilios culinarios más valiosos en aquellos tiempos era el asador
giratorio. Sobreviviría como principal elemento culinario durante casi mil años,
hasta que, a fines del siglo XVIII, surgió la idea revolucionaria de asar la
carne en un horno.
Un siglo más tarde, en Italia,
Leonardo da Vinci ideó un asador giratorio, que lo accionaba el propio calor
que ascendía a través de la chimenea. Una pequeña turbina, instalada en la
chimenea, quedaba conectada con el asador. El calor ascendente hacía girar esta
turbina a una velocidad directamente proporcional al calor que desprendían las
llamas.
El asador giratorio no ha
desaparecido por completo, puesto que muchas cocinas modernas cuentan con uno de
ellos, accionado por electricidad, y también es un elemento popularísimo en
las barbacoas al aire libre.
COCINA
ECONÓMICA (Inglaterra, siglo XVII)
La primera cocina económica nació cuando a alguien se le ocurrió
alojar el hogar en una cámara construida con ladrillos y dispuesta en el centro
de la cocina. Constaba de una superficie que se mantenía caliente, y unos
soportes laterales para conservar asimismo caliente una olla o una cacerola.
En el año 1630, el inventor
británico John Sibthrope patentó una versión metálica de gran tamaño de
este dispositivo, alimentado con carbón, combustible que no tardaría en
sustituir a la leña en los hogares. Sin embargo, la idea de cocer los alimentos
sobre un fuego encerrado en vez de hacerlo sobre la llamas o entre ellas, se
abrió paso con lentitud, y el mismo proceso de cocción era todavía más
lento, ya que resultaba necesario calentar un elemento intermedio, la superficie
de la cocina.
Un innovador de origen
norteamericano se dispuso entonces a crear una cocina económica eficaz y de
dimensiones reducidas, pero en realidad descubrió otras dos aplicaciones
interesantes para la cocina en general.
En el año 1802, George Bodley,
un británico que se dedicaba a la fundición de hierro, patentó una cocina de
hierro forjado y calentamiento uniforme, provista de un escape moderno, que se
convertiría en el prototipo de las cocinas británicas y americanas hasta los
tiempos actuales.
OLLA
DE PRESIÓN (1679, Inglaterra)
La noche del 12 de abril del año 1682, los augustos miembros de la Royal
Society de Londres, se sentaron para despachar una cena elaborada de una forma
totalmente desconocida para ellos y para cualquiera. La había cocinado el
inventor francés Denis Papin, de 35 años de edad, uno de los pioneros de la
energía del vapor. Papin había sido invitado para que hiciera una demostración
de la más reciente maravilla creada por él: el “digestivo de vapor”.
Papin, ayudante del célebre físico
irlandés Robert Boyie, formulador de las leyes por las que se rigen los gases,
había ideado su “digestivo de vapor” en el año 1679. Se trataba de un
recipiente metálico con una válvula de seguridad y una tapadera muy ajustada,
que incrementaba la precisión interna del vapor, elevando el punto de ebullición
del líquido de cocción.
Después de esta cena histórica,
Christopher Wren escribió que, gracias al digestivo de vapor, la vaca o el buey
más viejos y más duros pueden resultar ahora tan tiernos y sabrosos como la
carne más joven y selecta.
La primera olla de presión de
la historia fue un rotundo fracaso. No sólo los londinenses, en su gran mayoría,
reaccionaron desfavorablemente ante la idea de pichones y pescados cocidos al
vapor, sino que además, quienes adquirieron uno de estos aparatos “digeridores”,
y probaron sus recetas, acabaron a menudo con la cena proyectada contra la pared
de la cocina.
Las variables temperaturas de los fuegos de la época aún
planteaban menos problemas que la imperfecta válvula de seguridad de Papin, que
ocasionaron varios accidentes graves. Excepto para aplicaciones científicas,
como en los autoclaves, las ollas de presión quedaron olvidadas durante unos
150 años. El emperador Napoleón Bonaparte fue el responsable de su reaparición.
En 1810. Napoleón, que
proclamaba que un ejército marcha sobre su estómago, trataba desesperadamente
de encontrar un medio para suministrar alimentos en conserva a sus tropas, y el
gobierno ofreció un premio sustancioso a quien encontrara la solución a este
problema. Introduciendo una modificación en la olla de Papin, el cocinero francés
Nicholas Appert creó el primer método práctico para cocer, esterilizar y
embotellar alimentos. Por haber desarrollado esta técnica de conservación,
Appert ganó el premio de 12.000 francos, y sus métodos reavivaron el interés
por la cocción a presión.
OLLAS
Y CACEROLAS DE PORCELANA (Alemania,
1788)
El primer utensilio de cocina fabricado en América fue una olla de
hierro forjado que data del año 1642, la hoy famosa Saugus Pot, producida en
los talleres Saugus Iron Works, en la vieja ciudad de Lynn, en el estado
norteamericano de Massachusetts.
Esta olla, de tosca silueta,
provista de tres patas, con una tapadera y una capacidad de poco más de un
litro, marcó el comienzo de la industria de utensilios culinarios en Norteamérica,
puesto que antes de esa fecha todos los artículos metálicos en la cocina de un
colono eran de importación británica.
Al tiempo que las fundiciones
norteamericanas empezaban a producir ollas de hierro negro y con áspera
superficie exterior, la industria alemana se orientaba hacia algo totalmente
nuevo y, al parecer, muy poco práctico para las cocinas: la porcelana.
En el año 1750, el inventor
Johann Heinrich Gottiob von Justy sugirió recubrir el tosco exterior de las
ollas y cacerolas de hierro, con los lisos y lustrosos esmaltes utilizados desde
hacía largo tiempo en joyería. Sus críticos arguyeron que la delicadeza del
esmalte de porcelana no podría resistir el uso en la cocina, pero Von Justy
contraatacó con el hecho indiscutible de que cientos de antiguos artefactos de
porcelana, habían conservado su brillo y su dureza durante siglos, y que
ciertos ornamentos egipcios databan del año 1400 a.C.
En el año 1788 la fundición Konigsbronn, en Württemberg, produjo los
primeros cacharros de cocina provistos de un resplandeciente acabado de esmalte
blanco. Este descubrimiento inició una nueva era en los utensilios culinarios,
procurando a las amas de casa una amplia variedad de utensilios que podían
limpiar con mayor facilidad que todo lo conocido hasta entonces. La porcelana
fue el teflón del siglo XVIII.
Sin embargo, estos innovadores
de la porcelana no habían previsto la reacción del público. Aquellas ollas,
cazuelas y cacerolas relucientes eran demasiado atractivas para utilizarlas
solamente en la cocina, y así, durante largos años, las amas de casa alemanas
exhibieron con orgullo estos recipientes como objetos de adorno, en las repisas
de las chimeneas, sobre los pianos y en los antepechos de las ventanas para que
los admirasen los transeúntes.
En cambio, los británicos adoptaron esta artística creación alemana y le dieron una aplicación práctica, aunque muy vulgar. Produjeron los primeros orinales de porcelana, de paredes altas o bajas, destinados a hospitales y hogares. Una vez más, la superficie lavable y antiadherente del nuevo material contribuyó a su rápida aceptación.
CAFETERA
(1800, Francia)
Los granos de café fueron masticados durante 400 años, a partir del
momento en que un pastor de cabras etíope, llamado Kaldi, descubrió las
propiedades de la planta en el año 850 d.C. Sin embargo, el comercio no ofreció
un modelo de cafetera para la infusión del café en polvo hasta la introducción
de la cafetera francesa en el año 1800. Durante los siglos anteriores, en los
muchos países que consumían ya enormes cantidades de café, éste se preparaba
hirviendo los granos en agua y pasando la mezcla a través de un filtro diseñado
al efecto.
La cafetera francesa, Creada
por el farmacéutico Descroisilles, consistía en dos esbeltos recipientes metálicos,
que podían ser de estaño, cobre o peltre, separados por una placa agujereada
que hacía de filtro. Alrededor del año 1850, los fabricantes franceses
presentaron la primera cafetera esmaltada.
La primera adaptación
norteamericana de esta cafetera fue patentada en el año 1873. El cilindro, de
una sola cámara, contenía un filtro que se hacía avanzar presionándolo a
través de la mezcla de granos de café y agua caliente, obligando con ello a
los granos a depositarse en el fondo. Por desgracia, el diámetro de los filtros
no siempre se ajustaba al del recipiente, y muchas veces el resultado era una
bebida mal colada. Este problema exasperó a una mujer hasta el punto de
impulsarla a inventar una cafetera que diera mejores resultados.
En el año 1907, la alemana
Melitta Bentz empezó a experimentar con diferentes materiales aplicables entre
las dos cámaras de una cafetera. Un disco de tela de algodón, colocado sobre
el filtro del recipiente, funcionaba durante algún tiempo, pero la tela no
tardaba en estropearse.
En el año 1908 descubrió un papel poroso, casi
perfecto, al recortar un disco en una hoja de papel secante, y con ello el
sistema de filtro Melitta inició su camino hacia la comercialización.
La búsqueda de la taza
perfecta de café prosiguió incansable, y en el año 1940 nació la cafetera
Chemex, fruto del ingenio de un químico alemán, el doctor Peter Schiumbohm,
que emigró a los Estados Unidos en el año 1939, adaptó un material de
propiedades bien ensayadas en los laboratorios científicos: el Pyrex,
resistente al calor. Construyó un recipiente al que se limitó a añadir una
parte superior cónica invertida que contenía el papel de filtro, y una medida
de granos de café finamente molidos.
La Corning Grass, empresa
distribuidora del Pyrex, accedió a producir la cafetera Chemex, pero en
aquellos momentos se desarrollaba la segunda guerra mundial, y la compañía
comunicó a Schiumbohm que no podían fabricar legalmente un nuevo producto sin
previa autorización del Departamento de Producción de Guerra.
El inventor, sin desanimarse, escribió directamente al
presidente Roosevelt, encabezando su carta con las palabras “Un rey no se
preocupa por los detalles. Pero un presidente se preocupa incluso por los
detalles”. Roosevelt, amante del buen café, permitió que se iniciara la
producción de la cafetera Chemex.
El doctor Schiumbohm, aunque presentó unas doscientas patentes para dispositivos tecnológicos durante su vida, ninguna conseguiría el éxito del más simple de sus inventos: la cafetera Chemex.